ADOPTAR

Buscar otra posibilidad
Empiezo a abrir otra puerta: la adopción.
Tal vez sea una buena posibilidad.
Tal vez sea un buen camino.
Tal vez sea mi destino.
Al fin y al cabo, madre es aquella que cría. Y, yo quiero criar.
Tal vez, no le amamante, pero el pequeño será mi hijo.
Igual hay muchas madres que no pueden amamantar…
Callan, no aceptan
Empiezo a madurar la idea de la adopción. Hablo con mi pareja. No me dice nada. Su silencio es una daga en mi ser. Me quiebro por dentro.
Días después de la tercera pérdida. Mantengo una conversación con Doña Tere, la mamá de mi pareja. Entre líneas le comento la nueva opción. Recibo como respuesta: “Diosito quiera que no”. Lo único que avancé a argumentar fue: “no deseo volver a intentarlo y pasar por el mismo calvario y tortura”. La conversación llegó a su fin.
Una historia de tantas
Y de repente, de la nada, la Tía Maru (tía de mi pareja) empieza a contarme la historia de un hijo adoptado. Que de grande se volvió muy mal agradecido. Que maltrataba a sus papás.
Qué no. Que esa, no es la opción. Que ella prefirió quedarse sola antes que adoptar hijos de otras mujeres. Solo la escuché. No entré en discusión.
Coraza
Aprendí a no darle cabida a comentarios negativos o inapropiados. Desarrollé una coraza para impedir que me afecten. Ya bastante tengo con mis miedos, temores y angustias como para centrarme en discusiones inútiles. De hecho, sólo cuatro amigas saben del tratamiento, de mis pérdidas y de la nueva opción que estoy barajando.
Una luz de esperanza
“Si esa es tu decisión mija, no te preocupes. Nosotros te apoyamos” fueron las palabras de mi madre al comentarle la decisión que había tomado. En ese momento, sentí que se abría una luz de esperanza. Que mi deseo de ser madre aún estaba vigente. Un hijo adoptado igual será mi hijo.

Él aún no se decide
Aún afectada por el tercer FIV fallido, armamos viaje con mi pareja a una hostería de Santo Domingo. La idea era distraernos. Pasarla bien. Renovar nuestro amor. Y así efectivamente lo hicimos. Pasamos unos días lindos.
Ya en el camino de regreso. Aprovechando las horas del viaje le propuse que iniciemos el proceso de adopción. Argumenté lo que pude y la última respuesta que me dio fue “no me pidas que me decida en este momento”.
Más argumentos
Sin tratar de presionar, pero sí de argumentar, le comentaba a mi pareja que José, un amigo mío, inició el proceso de adopción. Qué es muy valiente ya que solo y a los 46 años, dio el gran paso. Qué el trámite se ha reducido a 9 meses aproximadamente que antes era cerca de dos años. Que José ya ha asistido a charlas. Qué le han hecho pruebas etc.
Que las aguas se calmen
Había llorado tanto que sentí que me secaba por dentro, pero que debía regresar al ruedo…
Con el pasar de los días, las aguas se fueron calmando. Mi vida volvió a tomar su rumbo. Ya no le daba tantas vueltas al tema en mi cabeza. Las clases en el instituto copaban mi espacio.
Colores vibrantes
Volví a colocar cada pieza del rompecabezas de mi vida en su lugar. Rompecabezas que si bien tiene el mismo número de piezas su figura parece de otra tonalidad. A veces muy gris. Otras, marrón. Rara vez, tiene colores vibrantes. Debo esforzarme para que se prolonguen y así llegue mi paz interior.


