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EL CAMINO CORRECTO

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Mensaje al WhatsApp

Cierto día, a mediados de septiembre -exactamente siete meses luego del viaje a Machu Picchu- me llega un mensaje de un número desconocido:

  • ¡Hola qué tal! Nos conocimos en el viaje a Perú. ¿Cómo estás?

  • Hola. Todo bien. No pensé que te había dado mi número. ¿Has vuelto a viajar?

 

Y así siguió la charla. Me preguntó sobre las jovencitas que viajaban conmigo. Le comenté que eran mis sobrinas. Mantuvimos conversación solo por mensaje un par de semanas. Conversábamos de la cotidianidad. De nada trascendente.

En su foto de perfil estaba una foto tomada desde muy lejos. Se divisaba la escultura de un león, en cuerpo entero, y apenas se lo veía con una gorra. No se parecía al jovencito soltero del viaje, pero dejé pasar por alto ese detalle. 

Era otra persona

Definimos lugar y hora para nuestro primer encuentro. Casi me da patatús cuando me di cuenta que la persona con la que había mantenido conversación era el novio de la dermatóloga con la que intercambiamos números en el aeropuerto. Todo el tiempo pensé que era el chico soltero del tour.

Le hice una serie de preguntas: Qué pasó con ella, cómo consiguió mi número, cómo así me escribió, por qué no me dijo desde el inicio que era él etc.

Me aclaró que habían terminado hace un par de meses. Que cuando intercambié número con su ex, él lo memorizó. Qué le parecí simpática. Que al no indagar exactamente quién era, no iba a tocar el tema, mucho menos por mensaje. Qué a él también le pareció raro que no le haya preguntado...

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Me presta atención

A partir de ese primer encuentro, los mensajes se convirtieron en charlas diarias por una aplicación, luego migraron a videollamadas. Conversábamos todos los días. Esa era la dinámica ya que trabajaba en la Amazonía y viajaba a Quito solo los fines de semana.

Me gustaba que le preste atención a mi única actividad por ese momento: el inglés. Y la verdad, que se haya fijado en mí a pesar de no tener trabajo. -No sé, pensaba que eso me hacía ver poco atractiva-.

Artillería de conquista

Como nunca me sentí cortejada a la máxima potencia. Utilizaba la artillería entera para la conquista. Las flores se hicieron frecuentes en mi departamento. Me invitaba a los mejores restaurantes. Sus detalles calaban hondo. Tenía buen sentido del humor. Se reía de mis payasadas. Creo que, poco a poco, me fue enamorando. Nos fuimos enamorando.

Las dudas de la manera cómo nos conocimos se fueron despejando para dar paso a la confianza y seguridad.

Mismos objetivos

Nos “empatamos” en diciembre del 2016. Al mes siguiente, celebraba mi cumpleaños número 39. Él me ganaba con apenas seis meses.

A esa edad obvio que conversamos de planes futuros. Coincidimos: formar un hogar tener hijos. Buscábamos lo mismo.

Le agradecí a San Antonio, por haberme enviado al indicado: soltero, sin hijos, profesional y re complaciente.

La relación fluyó tan natural que ni nos dimos cuenta de los pasos que dábamos: conocer a su familia, pernoctar en mi departamento los fines de semana…

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