EL COMPLETO CONTROL DE MI VIDA

Los veintiochos
Luego de mi relámpago matrimonio e inmediato divorcio llegó la crisis de los 28 años. Sané la herida y para ello, el tiempo es el mejor aliado. Pero la insatisfacción seguía así que me tracé nuevos objetivos y entre ellos estuvo estudiar en el extranjero. Así que realicé los trámites respectivos para estudiar una maestría en Buenos Aires, Argentina.
Para ese entonces, trabajaba en el gobierno municipal de Loja -ciudad natal-. Recuerdo que mi madre me dijo “mija pero qué más quieres si estás en un buen puesto”. Pero no hubo argumentos válidos para desistir.
Estudiar en el extranjero lo tenía entre ceja y ceja. Pronto, estaba viviendo en la capital del tango. Fueron dos años maravillosos. Llenos de experiencias nuevas y grandes aprendizajes.
No estaba en mis planes
Para ese entonces, la mayoría de mis amigas ecuatorianas estaban casadas y con hijos. La maternidad no era un tema que me atormentaba. No la deseaba. No la buscaba. No estaba en mis planes. Por suerte, en mi fallido casorio nunca me embaracé a pesar de no cuidarme.
Había hecho nuevas amigas en Buenos Aires, todas solteras sin hijos y cursando la maestría. Estaba como pez en el agua. Viviendo a plenitud.
En puestos de liderazgo
Al regresar, la maestría tuvo peso. Se me abrieron las puertas. Me desempeñaba en puestos de liderazgo. Pasé por varias entidades del Estado. La remuneración estaba acorde a la responsabilidad lo que me permitió tener ciertas comodidades. Disfrutaba mi soltería, de las salidas, viajes etc.
Así, la crisis de los veintiocho permitió que los 30 lleguen con regocijo. Fueron mis años dorados. Hice grandes amistades. Fueron maravillosos.
Francia, el objetivo
Había pasado siete años desde que llegué de Argentina. Y cómo ya le perdí el miedo a vivir en el extranjero, ahora mi objetivo era Francia. Reconozco que también, era para terminar con una relación improductiva y desgastante. Llevaba años y no caminaba hacia ningún lado.
Retomé mis estudios de francés. Mi tiempo libre lo dedicaba por completo a perfeccionarlo. Escuchaba música en francés. Tenía amigos por correspondencia. Uno en Francia y el otro en Canadá, Asistía a encuentros de extranjeros -de hecho, de ahí surgió una de mis galladas Los Trotamundos-.
Me apoyé en una agencia adscrita a un centro de enseñanza del francés con la que hice el proceso para asegurar el éxito de mi estancia en el país europeo. Ya lo había intentado, sola, una primera vez, al poco tiempo de llegar de Buenos Aires y me negaron. Esta segunda vez, no quería que me rechacen así que preferí asesorarme con esta agencia.

Aceptación en la universidad
La primera en enterarse de la aceptación en la Universidad Capitole 1, en Toulouse, fue mi amiga mexicana. Justo estaba de visita en Ecuador. Nos volvimos a encontrar luego de siete años desde nuestra estancia en Argentina. Vivimos juntas cuando estudiábamos allá.
Aprovechando el doble acontecimiento decidimos tatuarnos. Ya lo habíamos hecho cuando estábamos en Buenos Aires. Ahora teníamos que hacerlo en Ecuador. Decidimos una frase. La de ella: Yo lloré porque no tenía zapatos hasta que vi a un niño que no tenía pies. Frase que le impactó cuando la vio expuesta en la Capilla del Hombre de Oswaldo Guayasamín. La mía: Cela toujours impossible jusque on le fasse. Parece imposible hasta que lo haces.
-Estaba segura que Francia era mi destino. Me imaginaba recorriendo las calles de París. Perfeccionando mi idioma. Viviendo una nueva aventura en otro continente, en otro idioma. Estaba feliz-.
Visa
Los siguientes pasos se fueron dando sin mayor resistencia. Obtuve cupo en la Residencia Universitaria y la certificación del idioma DELF (Diploma de Estudios de Lengua Francesa).
Cumplí con lo solicitado para la obtención de la visa. Vendí mi carro para tener mayor capital en mi cuenta bancaria. Realicé el trámite con la agencia lo que me hizo creer que obtendría la visa. Pero no fue así. Sólo me faltaba la visa y me la negaron.
Mi mundo se vino abajo.

HACERLE FRENTE A LA SITUACIÓN

Renuncia
La negación de la visa no estaba en mis planes, por eso ya había renunciado al trabajo. Intenté cambiar la situación, pero fue demasiado tarde. Ascendieron a un compañero por la mitad de mi salario. -Claro, era la etapa final del proyecto en la empresa española donde trabajaba. No se contaba con el presupuesto inicial-.
El viaje no fue el argumento para terminar con mi relación improductiva. Tocó hacerle frente a la situación y tomé la valentía para acabar de una vez por todas. Para ese entonces, tenía 37 años.
Machu Picchu
En un feriado de Carnaval, realicé un tour con mis sobrinas a Machu Picchu, en Perú. Ahí hice un ritual. Aproveché la coincidencia de que el diario principal de allá también se llama El Comercio y como el tipo trabajaba en un medio de comunicación impreso no dudé ni un segundo en utilizar el periódico para hacer el ritual de fin de la relación.
A parte de conocer Lima, el Cuzco y la imponente construcción Inca, en el tour compartimos momentos con otros pasajeros. La mayoría viajaba en familia y en parejas. Solo hubo un chico soltero.
Al finalizar el tour, ya en el aeropuerto nacional, intercambiamos números con un par de personas entre ellas, una dermatóloga que estaba con su novio.
Crisis de los treinta y ocho
Los años empezaron a pesarme. Tenía 38 años y sentía que no había logrado nada. No tenía novio. No tenía pareja y sin embargo quería ser madre.
La angustia y desesperación empezaban a llegar, así como las demandas sociales que, hasta ese entonces, no tenían cabida en mí, comenzaron a martillarme la cabeza. Esta vez, a los 38 años el deseo de ser madre me arrolló de una manera abrumadora.

Conocer gente
Hice el duelo respectivo para estar “limpia” y dispuesta a una nueva relación. En ese entonces, recién empezaron a surgir las aplicaciones para conocer gente. Y en una reunión con mis amigas/compañeras españolas -con las que seguía frecuentando- me abrieron la aplicación. No puse resistencia y dejé que fluya. Al fin y al cabo, deseaba conocer gente. Y efectivamente así sucedió. Y eso fue como ir de compras y encontrar el mismo producto en varias presentaciones. La verdad no llegaba a una segunda salida. Los motivos fueron diversos, pero en esencia con ninguno había química.
Divorciado, pero no quiero tener hijos
Con el único que conecté y sentía maripositas en el estómago cada vez que chateábamos. también me decepcionó en la primera cita. -Clarito me cantó las plenas- “Soy divorciado. Tengo 2 hijos adolescentes. ¿Y no pienso tener más y tú?”. -Ups, caí como condorito ¡plop! - Por supuesto, le dije que sí, que sí quiero formar un hogar y tener hijos. Chateamos un par de veces más, pero ya no estaba para perder tiempo. Hubiese caído nuevamente en una relación improductiva y desgastante.
Ni lo uno ni lo otro
Pasaba el tiempo y no conseguía trabajo. Envíe el currículum vitae a un montón de empresas. No recibía ni el correo de recepción, peor entrevistarme. Atravesaba mi temporada de vacas flacas así que decidí estudiar inglés. Sería más llevadera mi vida. Además, conocería gente y tarde o temprano encontraría trabajo y quien sabe pareja también.
Santo de cabeza
Averigüé que existían espacios para conocer parejas. Le pedí a una amiga que me acompañara. Asistimos, pero no valió la pena. Uno peor que otro. Por ahí no era el camino. Mejor compré el busto de San Antonio y lo puse de cabeza con la esperanza de encontrar al indicado.


